jueves, 19 de septiembre de 2013

La libertad, fuente de creación


La libertad impulsa siempre la creación de ideas. 

Allá donde surgen ideas con naturalidad hay libertad para la innovación, para conectar entre sí ideas preexistentes.

Las ideas no saben a quién pertenecen y a quién no. Ni siquiera saben que tienen dueño. Saben que han nacido para solucionar problemas y promover avances; saben también que han surgido para desplazar las viejas ideas y para sacrificarse ante otras mejores. Son así de generosas. Necesitan ser libres y competir, vincularse con otras. A imitación de la naturaleza, también existe entre ellas un principio de selección natural, aunque no sepamos cómo localizarlo en las leyes del universo.

El especialista en innovación Steven Johnson comparte básicamente este principio en sus teorías. En su obra Las buenas ideas –publicada en España por Turner Noema–, analiza las propiedades y pautas comunes que aparecen de forma recurrente en aquellos espacios sociales en los que las nuevas ideas y las más útiles florecen de forma más prolífica, derribando el tópico de que las ideas llegan de noche a individuos aislados. No es verdad: llegan a los cafés antes que a los laboratorios, a los barrios céntricos antes que a las casas aisladas. Estos son los mecanismos que regulan la aparición y el tráfico de ideas.

➊ Las ideas nacen de restos del pasado

Tomamos lo que hemos heredado o hemos encontrado por casualidad. Simplemente lo reorganizamos y le damos una nueva forma. La evolución avanza haciéndose con los recursos disponibles; la mente visita un vertedero de restos de viejas ideas que combinados producen un pequeño milagro. La Tierra anterior a la vida que conocemos estaba dominada por un puñado de moléculas básicas: amoniaco, metano, agua, dióxido de carbono, algunos aminoácidos y simples compuestos orgánicos. Aquellas moléculas iniciales a partir de transformaciones y combinaciones consiguieron crear vidas complejas.
El científico Stuart Kauffman se refería a estas combinaciones creativas como “lo posible adyacente”, es decir el potencial creativo del cambio. No tiene límite conocido: cada nueva combinación da pie a consecutivas combinaciones nuevas.
La historia de la vida y la cultura humana es la historia de la exploración gradual pero incansable de lo adyacente.

➋ Una nueva idea es una red

Para que nazca una idea en nuestro nivel consciente, una constelación particular de neuronas se activa por primera vez en el cerebro: una nueva idea es una red de células que exploran lo posible adyacente entre las conexiones que se pueden establecer en el cerebro.
Una idea no es una cosa única; es más bien un conglomerado. La red necesita estar densamente poblada, no basta si son solo algunas de los 100.000 millones existentes en nuestro cerebro las que se asocian. Teniendo en cuenta que cada neurona está conectada como media con otras mil diseminadas en el cerebro hasta totalizar cien billones de conexiones neuronales, la red más compleja del mundo, la generación creativa aún del menor rango necesita una gran cantidad de sofisticadas conexiones.
La red necesita ser plástica, capaz de adoptar nuevas configuraciones. El entorno que mejor puede influir en la creatividad de nuestro cerebro son otras redes cerebrales que investigan lo adyacente. Por encima de cualquier equipamiento, la herramienta más productiva para generar nuevas ideas es un grupo de seres humanos sentados alrededor de una mesa; de ahí la perseverancia en el brainstormisg.
La libertad impulsa siempre la creación de ideas. Allá donde surgen ideas con naturalidad hay libertad para la innovación, para conectar entre sí ideas preexistentes.

➌ La lenta intuición

Los juicios rápidos son en apariencia brillantes y pueden proporcionar a sus autores soluciones efímeras, pero las nuevas ideas que cambian algún curso de la vida rara vez proceden de una corazonada.
Las corazonadas que se convierten en auténticas innovaciones lo hacen tras largo tiempo de incubación en las que desaparecen temporalmente, emergen para conectarse con otras que tal vez las fortalezca, o no. Son intuiciones frágiles que normalmente perecen en una gran papelera de proyectos fallidos. Pero, a veces, la larga maduración y una nueva conexión hacen florecer el hallazgo sustancial.
Si fuéramos capaces de conservar debidamente codificadas todas las corazonadas que llegan al cerebro, nuestro rendimiento creativo aumentaría. La mayor parte de esas intuiciones resultan inútiles porque no llegan a conservarse en la memoria, en la compleja red de neuronas.

➍ A veces hay un hallazgo feliz

La corazonada, escribe Steven Johnson, como cualquier otro pensamiento, es simplemente una red de células que se activan dentro del cerebro siguiendo una pauta determinada. Para que esa corazonada se convierta en algo sustancial tiene que conectarse con otras ideas; precisa de un entorno donde puedan formarse conexiones nuevas y sorprendentes. ¿Esas conexiones neuronales tienen naturaleza química o eléctrica? La respuesta actual es: las dos cosas.
Cuando la carga eléctrica en forma de señales alcanza la sinapsis o enlaces neuronales, se libera un mensajero químico –un neurotransmisor, como la dopamina o la serotonina– que cruza hasta la neurona receptora y acaba por dar pie a otra carga eléctrica, que a su vez alcanza otras neuronas del cerebro.
La serendipia (de serendipity, en inglés), como se ha dado en denominar al hallazgo, al golpe de azar, es un accidente afortunado. No se produce trazando un plan para ello; tienes que partir de buena fe para llegar a otro destino y, sin embargo, perder la ruta por pura serendipia.
Finalmente, el secreto de la inspiración innovadora está en construir y vivir entre redes de información que permitan a las corazonadas persistir, extenderse y recombinarse.

➎ Aprovechar lo más común: los errores

Es impresionante el número de ideas memorables para la humanidad que se pueden atribuir a errores, olvidos y confusiones. Lo más común es cometer errores. Con toda probabilidad, los errores de las grandes mentes exceden en número a los de las mentes menos vigorosas. Cuanto mayor es la fertilidad de la imaginación y la abundancia de conjeturas que produce, mayor será la generación de errores.Un error es algo malo que hay que solucionar cuanto antes. La enorme diversidad del error permite, a veces, llegar al acierto dado el despliegue de hipótesis fallidas que la mente abierta puede encontrar a su alrededor. Cuando nos equivocamos, tenemos que poner a prueba nuestras certezas y adoptar nuevas estrategias. Equivocarse, en sí, no nos abre puertas nuevas, pero nos obliga a buscarlas.

➏ Tomar prestado algo ya existente

Una parte importante de la innovación ha consistido en tomar prestada una tecnología ya madura de un campo distinto y aplicarla a resolver un problema sin relación alguna con el original. Eso es lo que los biólogos evolutivos Stephen Jay Gould y Elisabeth Vrba denominaron “exaptación”: un organismo desarrolla un rasgo destinado a un uso específico, pero luego ese rasgo acaba siendo útil para una función completamente distinta.
Gutenberg tomó prestadas ideas de un modelo de prensa de uva para fabricar vino y de ahí consiguió desarrollar la imprenta. Las plumas de los pájaros, citaban Gould y Vrba, evolucionaron primero como reguladores térmicos para que los dinosaurios no voladores pudieran protegerse del frío, pero la evolución hizo que terminaran siendo útiles para controlar el flujo de aire sobre la superficie de ala lo que les permitía planear.

➐ Plataformas que sostienen nuevas plataformas

La creatividad humana y la evolución del mundo crea plataformas básicas en las que se desarrollan actividades necesarias en cada momento. Esas plataformas suponen conocimientos que ya no hay que repetir y que pueden soportar innovaciones que, combinadas, darán lugar a una capa superior de nivel tecnológico, artístico o social. El ejemplo más puro es internet.
Cuando los creadores de youtube o twitter construyen sus redes, pueden emplear plataformas ya existentes. Así se explica que los nuevos creadores de internet tardan meses en hacer realidad su idea, mientras que las firmas electrónicas tardaron 20 años en dar forma a la televisión en alta definición.
La conclusión de Steven Johnson es que acabaremos siendo más creativos... si cultivamos sin prisa nuestras corazonadas. Disfrutamos de variadas aficiones. Celebramos los hallazgos espontáneos. Frecuentamos cafés, tertulias y demás redes líquidas. Bucamos los vínculos entre conocimientos. No nos da miedo cometer errores. Archivamos pensamientos y dejamos que se desordenen. Si no nos importa que otros construyan sobre nuestras ideas. Si tomamos prestado cuanto está a nuestro alcance. Reciclamos. Paseamos por pasear…cualquier equipamiento, la herramienta más productiva para generar nuevas ideas es un grupo de seres humanos sentados alrededor de una mesa; de ahí la perseverancia en el brainstormisg.La libertad, fuente de creación
La libertad impulsa siempre la creación de ideas. Allá donde surgen ideas con naturalidad hay libertad para la innovación, para conectar entre sí ideas preexistentes.


➏ Tomar prestado algo ya existente

Una parte importante de la innovación ha consistido en tomar prestada una tecnología ya madura de un campo distinto y aplicarla a resolver un problema sin relación alguna con el original. Eso es lo que los biólogos evolutivos Stephen Jay Gould y Elisabeth Vrba denominaron “exaptación”: un organismo desarrolla un rasgo destinado a un uso específico, pero luego ese rasgo acaba siendo útil para una función completamente distinta.
Gutenberg tomó prestadas ideas de un modelo de prensa de uva para fabricar vino y de ahí consiguió desarrollar la imprenta. Las plumas de los pájaros, citaban Gould y Vrba, evolucionaron primero como reguladores térmicos para que los dinosaurios no voladores pudieran protegerse del frío, pero la evolución hizo que terminaran siendo útiles para controlar el flujo de aire sobre la superficie de ala lo que les permitía planear.

➐ Plataformas que sostienen nuevas plataformas

La creatividad humana y la evolución del mundo crea plataformas básicas en las que se desarrollan actividades necesarias en cada momento. Esas plataformas suponen conocimientos que ya no hay que repetir y que pueden soportar innovaciones que, combinadas, darán lugar a una capa superior de nivel tecnológico, artístico o social. El ejemplo más puro es Internet.
Cuando los creadores de youtube o twitter construyen sus redes, pueden emplear plataformas ya existentes. Así se explica que los nuevos creadores de internet tardan meses en hacer realidad su idea, mientras que las firmas electrónicas tardaron 20 años en dar forma a la televisión en alta definición.
La conclusión de Steven Johnson es que acabaremos siendo más creativos... si cultivamos sin prisa nuestras corazonadas. Disfrutamos de variadas aficiones. Celebramos los hallazgos espontáneos. Frecuentamos cafés, tertulias y demás redes líquidas. Buscamos los vínculos entre conocimientos. No nos da miedo cometer errores. Archivamos pensamientos y dejamos que se desordenen. Si no nos importa que otros construyan sobre nuestras ideas. Si tomamos prestado cuanto está a nuestro alcance. Reciclamos. Paseamos por pasear…La libertad, fuente de creación
La libertad impulsa siempre la creación de ideas. Allá donde surgen ideas con naturalidad hay libertad para la innovación, para conectar entre sí ideas preexistentes.


viernes, 13 de septiembre de 2013

Beneficios de la reflexión

La mayoría de las organizaciones le dan preponderancia al hacer y a la acción sin descanso.

Además, a la rapidez con que se ejecuten las labores, relegando el análisis y, por ende, los beneficios que este genera para el avance delas organizaciones.
Desde que tengo ‘uso de razón’ en las lides empresariales aprendí que a los profesionales que se ocupan de la dirección de las organizaciones se les llama ejecutivos; tal vez el primer libro que leí en la facultad fue ‘El ejecutivo eficaz’, del célebre Peter Drucker.
Un término muy preciso para definir lo que suelen hacer los directivos pero, a mi manera de ver, desafortunado para indicar lo que deben hacer. En efecto, el vocablo ejecutivo viene de ejecutar, que significa acción, movimiento, mantenerse en actividad, y que con no poca frecuencia termina convertido en activismo, esa especie de manía estéril que consume nuestras energías con escasa productividad.
Nos encanta estar en movimiento, yendo de un lado para otro, subiendo y bajando, aunque no tengamos claro hacia dónde nos dirigimos; lo importante es estar en acción, ojalá frenética, para disfrutar de las ‘emociones fuertes’, de ese vértigo, fuente de entusiasmo y dinamismo, que proporciona al final de la jornada la tranquilidad por haber trabajado mucho aunque hayamos producido poco, o nada.
En su más reciente libro, ‘Managing’, Henry Mintzberg, considerado uno de los pensadores más importantes del mundo en dirección y negocios, se pregunta “¿cómo hacer para encontrarle sentido a la inmensa variedad de actividades que constituyen la práctica gerencial?”.
Y me parece que es ahí donde se encuentra el factor clave: ¿Cuál es el sentido de lo que hacemos? ¿Dónde está la esencia de la función directiva? ¿Cuáles son las tareas prioritarias del directivo? Carlos Llano resumía en cuatro puntos los fines de la empresa o, lo que equivale a decir, las claves de la responsabilidad del directivo: crear valor económico, desarrollar a las personas, servir a la comunidad en la que actúa y garantizar la continuidad en el largo plazo. Cuatro variables que deben estar presentes y cuya integración explica en buena parte la complejidad de la tarea directiva.
El trabajo directivo consiste en una función de síntesis; exige armonizar los diversos componentes de la empresa para conseguir los objetivos.
No en vano, al directivo se le compara con un director de orquesta que al integrar los diferentes instrumentos logra de todo el conjunto una espléndida ejecución de la obra. Sin embargo, como señala Mintzberg, lo importante no es lo que sucede durante la presentación de la orquesta.
Lo más importante, es lo que sucede durante el ensayo; más importante que la implementación es el proceso que realiza el directivo antes de poner en marcha las decisiones: fijar el rumbo de la organización, analizar con detenimiento las diversas situaciones, despertar en sus dirigidos la ilusión por el trabajo, motivarlos para que se decidan a dar lo mejor de sí en el desempeño de sus tareas y responsabilidades profesionales, ayudarles a descubrir sus propios talentos, esa gracia natural que nos permite disfrutar lo que hacemos.
Y REQUIERE OCIO
Suele decirse que conviene pensar antes de hablar y, más aún, pensar antes de actuar. Pero la premura, esa enfermedad que aqueja nuestra época, nos impulsa a actuar de manera precipitada asumiendo riesgos innecesarios que pueden acarrear serios problemas. En el mejor de los casos, consume las energías que podríamos emplear de manera más productiva. Nos cuesta pensar y, cuando nos decidimos a hacerlo, nos asalta la ansiedad, queremos acabar pronto.
Esa manera de actuar impide profundizar en el análisis y estimula la superficialidad; pero, una persona analítica y reflexiva también puede ser vista como poco efectiva y lenta, por no decir soñadora. Cuando un jefe pasa revista a las oficinas y encuentra que uno de sus colaboradores está acomodado en su silla divisando el paisaje a través de la ventana “con la mirada perdida en lontananza”, como diría el poeta, su primera reacción es de nerviosismo y es muy probable que lo interprete como pérdida de tiempo: “Pasa todo el tiempo echando globos”, diría coloquialmente. Muy raro sería que pensara: “Se está ‘craneando’ un proyecto importante”, porque en el mundo de la empresa se tiende a privilegiar la acción sobre la reflexión.
No deja de llamar la atención este fenómeno si se tiene en cuenta que la empresa es una organización compuesta por seres humanos y pensar es la actividad más propia del ser humano. Séneca decía que “una vida sin pensar no merece ser vivida”. Pero, como sucede con cualquier actividad en la vida, se requiere un ambiente propicio, generar el espacio adecuado, y en el caso de la reflexión es el sosiego, la quietud. Aristóteles decía que “la reflexión necesita ocio”. En efecto, la actividad mental exige reposo, serenidad, pausa, una tarea que parece imposible de realizar en medio del trajín diario.
Las preocupaciones nos devoran, estamos siempre ocupados, la agenda está repleta de actividades y desborda nuestras capacidades; nunca hay tiempo para pensar. ¿Por qué no blindar espacios, amplios además, para la reflexión y el análisis? 
REFLEXIONAR… ¿SOBRE QUÉ?
En primer lugar tenemos que pensar sobre los temas profundos de la vida: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? ¿Cuál es mi misión en la vida como miembro de familia, como directivo, como ciudadano? Todos tenemos un encargo que cumplir, ¿cuál es el mío? ¿Qué se puede esperar de mí? ¿Qué esperan mis colaboradores? Cuestiones difíciles pero necesarias si queremos encontrar un verdadero sentido a nuestra vida. Se habla mucho de líderes transformadores y la sociedad demanda de sus dirigentes (empresariales, políticos, gremiales) ese liderazgo transformador que cambie el rumbo hacia un mundo mejor.
¿Por dónde empezar? La respuesta la sugiere Aleksandr Solzhenitsyn, novelista ruso ganador del Premio Nobel de Literatura en 1970: “Si quieres cambiar el mundo, con quién empiezas, ¿con los demás o contigo mismo? Creo que si empezamos con nosotros y hacemos las cosas que tenemos que hacer, y llegamos a ser las personas que podemos ser, tenemos muchas más opciones de mejorar el mundo”. El cambio empieza por nosotros mismos y para cambiar, la reflexión es el camino. ¡Vale la pena!